Carnaval 2008
La temprana llegada del Carnaval de Badajoz en 2008 nos recuerda que nos hallamos ante una fiesta imprevisible, espontánea, informal, sin ataduras, sin complejos y que trasciende cuanto uno pueda imaginar. Se trata de una fiesta pagana, la gran fiesta pagana por antonomasia, el resumen de todos los excesos, la quintaesencia de todos los divertimentos y, sin embargo, su celebración depende del calendario religioso y del devenir de los tiempos. Curiosa circunstancia esta que se añade, con el peso de su historia, a ese cúmulo de sensaciones y vivencias que depara una fiesta hecha para seducir, para enturbiar, para revolucionar los sentidos. Los cinco sentidos. Porque su manifestación, las carnestolendas, no son más que la expresión de cuantas necesidades de expansión tiene el ser humano como mecanismo de autodefensa, como terapia personal y de grupo, como herramienta para construir un estado de ánimo que ya le dura el resto del año y así sobrevivir a los avatares de una existencia plegada a los designios de la rutina.
El Carnaval de Badajoz, todos los carnavales, tiene un poco de exordio a la aventura, un algo de recapitulación de todo y un mucho de catarsis colectiva. Estamos ante una fiesta extraordinaria pero no sólo por bella, participativa y única sino, sobre todo, por su prevalencia en el tiempo, por su capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos sin perder un ápice de la sustancia que lo sustenta, por su resistencia a desaparecer, por su contribución a la juerga general sin perderle la vista a la historia. Es una fiesta diferente, original, abierta, tolerante, de todos. Fundamentalmente, de todos. Así tiene que ser. Así lo fue siempre. El carnaval no es una fiesta de monólogos ni de imposiciones, no es una excusa para la juerga ni una juerga cargada de excusas. El carnaval es fiesta de informalidades formales, de improvisaciones ensayadas, de emociones estudiadas, que abre las puertas de par en par al murguero y al comparsero, al de la guitarra y al del tambor, al de las plumas y lentejuelas y al del artefacto, al de la nariz de payaso y al de la peluca de bruja. Pero, así y todo, lo más sorprendente es que uno puedo vivir en carnaval, vivir el carnaval y no disfrazarse o ponerse cualquier cosa. Porque es una fiesta que a todos acepta y de todos se alimenta. La supervivencia del carnaval no radica sólo en sus más acérrimos defensores o ejecutores sino que necesita del concurso, a veces anodino, a veces entusiasta que cuantos, aún desde lejos, contemplan la fiesta como suya.
Espero que 2008 sea un estupendo año de Carnaval. Para los carnavaleros el año empezará como nunca: con las murgas concursando con la seriedad y la gracia de siempre y con las comparsas ensayando a destajo con la entrega habitual. Es probable que tan buen comienzo del año augure días perfectos. Así sea y salud para el Carnaval.
Alcalde de Badajoz